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Mostrando entradas de febrero, 2008

Vida estudiantil

Cuando empecé a estudiar ingeniería en la Universidad Central de Venezuela, en septiembre de 1957, llevaba ya un año residenciado en Caracas en la casa de mis abuelos maternos, entre las esquinas de Gloria y Sucre en la parroquia La Pastora. Como parte de los 900 bolívares que costaba la inscripción por un año académico, los estudiantes recibíamos un talonario de tiques con el cual podíamos abordar las unidades de transporte que partían del Centro Simón Bolívar, desde la curva frente a la iglesia de Santa Teresa, con destino a la plaza del Rectorado. Yo salía a las seis de la mañana y bajaba a pie hasta la parada del autobús; mi ruta incluía una visita al café de unos chinos que quedaba casi en la esquina de Principal, en donde por medio real me comía una empanada. Creo que un cafecito de perol (no de máquina) costaba una locha, pero en ese entonces yo no bebía café. Las clases empezaban a las siete de la mañana y no recuerdo haber llegado nunca tarde. De regreso caminaba desde el cen