Los gatos no comen fieltro
Estas reminiscencias las justificaré con una cita del poeta Ramón Palomares, la cual pensé usar como epígrafe en “Entre gigantes de piedra” y que omití involuntariamente: “Si volver al pasado lo llaman evasión, que se le va a hacer, la gente tiene derecho a salir de sus cárceles” Siempre he pensado que mi gran afecto por la Universidad Simón Bolívar surge del hecho de que yo me crié en un pueblo pequeño: San Juan de los Morros. A pesar de su condición de capital del Estado Guárico desde que dejó de ser parte de Aragua, el San Juan de mi adolescencia no ha había dejado de ser una gran aldea donde casi todos se conocían. Su cálido clima era lo que más le convenía a la salud de mi padre, Francisco de Paula Loreto Loreto, y allá fue a desempeñarse como Director Seccional de Estadística. La ubicación de su trabajo, equidistante entre la Caracas natal de mi madre y Calabozo, su terruño, resultó providencial en época de vacaciones. Cuando en la Simón Bolívar las vacaciones escolares no coinci