Funciones de variable compleja

              
A fines de noviembre de 2003 andaba sin carro y me dio la cola desde Piedra Azul el colega y antiguo alumno Adelmo Ortiz Conde. En el trayecto, que se nos hizo breve gracias a la grata conversación, me contó acerca de sus estudios de postgrado en los Estados Unidos. Lo que sigue recoge en parte lo que ese mismo día (24/11/2003) publiqué en el foro interno de los profesores de la Universidad Simón Bolívar, ampliado por datos que he obtenido a través de Internet y por una reciente conversación que sostuve con Adelmo en el laboratorio de dispositivos electrónicos, planta baja del edificio de Electrónica de la Universidad Simón Bolívar. Lo visité para curiosear sobre la investigación que con él está realizando mi ex-alumna Andrea Sucre, integrante de una de las últimas promociones de ingenieros electrónicos de la USB.
Gustavo Roig
Adelmo Ortiz Conde

               Me dijo que su solicitud de admisión a la Universidad de Florida, en la cual obtendría el doctorado en 1985, le fue negada inicialmente por que su manejo oral del idioma inglés era bastante deficiente. Sin embargo, el coordinador de la carrera de ingeniería electrónica de la Universidad Simón Bolívar, Gustavo Roig, quien había obtenido su doctorado en esa misma universidad en 1970, se comunicó por teléfono con los responsables del programa en Gainesville y les garantizó que en un mes Adelmo aprendería inglés, logrando así que lo aceptaran con carácter condicional. De los cuatro cursos que tomó durante el primer semestre, me comentó Adelmo que donde aprendió inglés fue en el de “Funciones de variable compleja”, una asignatura de matemáticas que parecen la recomienda como un “minor” a todos los estudiantes de postgrado en ingeniería eléctrica. El caso es que el profesor de la asignatura era estadounidense, a diferencia de lo que ocurría en los otros tres cursos, los alumnos también eran en su mayoría norteamericanos, no como en los otros cursos y además Adelmo, egresado de la Universidad Simón Bolívar, había visto la materia en el pregrado, donde usaron el texto clásico de R. V. Churchill. Las intervenciones del venezolano en el curso era del tipo “Me Tarzan, you Jane”, por lo cual los compañeros los veían como un raro ejemplar. Cuando el profesor iba a entregar las notas de la primera evaluación, el grueso de los estudiantes protestó por adelantado, diciendo que el examen no podía resolverse. La pronta respuesta del profesor fue indicarles, centrando su atención en Adelmo, que un alumno había sacado 100/100, bien lejos del resto de la clase. Desde ese momento los demás estudiantes empezaron a tratar de cultivar la amistad de Adelmo.
               Aproveché y le eché mi cuento, por haber yo vivido una experiencia algo similar. Una tarde andaba yo en compañía de Santiago Chuck, un mexicano que estudiaba tecnología de gas en el Illinois Institute of Technology. No dirigíamos hacia la parada de la calle 35 del tren elevado, que nos llevaría al “Loop” de Chicago. Por la acera opuesta de la calle State regresaba un estudiante que había sido mi compañero en el curso de “Funciones de variable compleja” y nos saludó tanto a Santiago como a mi. Al día siguiente, cuando me volví a ver con Santiago, me preguntó la nota que yo había sacado en el mencionado curso y le conteste que “A”, no sin antes indagar el porqué de su pregunta. —Es que Fulano, a quien saludamos ayer, está a punto de terminar su doctorado en tecnología de gas y ha sacado A en todos los cursos que ha tomado, salvo en el de variable compleja, donde obtuvo una B. Él me pidió que te lo preguntara, porque de tus intervenciones en clase parecía que tu sí entendías lo que estaba pasando—. Yo, al igual que Adelmo, había visto la materia en pregrado, en la Universidad Central de Venezuela, como parte de la asignatura Análisis Matemático III, siguiendo el libro de Churchill. No sólo eso, sino que en esa materia me di el lujo de tener como profesor a Oscar Varsavsky, un tremendo docente y uno de los primeros y más destacados especialistas mundiales en la elaboración de modelos matemáticos para las ciencias sociales. A Varsavsky, doctor en química de la Universidad de Buenos Aires, lo trajo a Venezuela otro argentino de altos quilates: Manuel Bemporad, con quien empecé a ver Teoría Electromagnética, curso que él tuvo que abandonar, ya que las labores que desempeñaba en la creación de la licenciatura en física en la UCV, que incluían viajar para buscar y contratar profesores en el exterior, así lo determinaron. Al ché Bemporad  debo mi ingreso como asesor en ingeniería eléctrica y electrónica en el desaparecido Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, CONICIT. Con el tiempo lo llegué a tratar de Manolo, como lo hacían sus amigos.

               Para finalizar el relato, quiero mencionar a otro amigo mexicano, que estaba sacando el doctorado en metalurgia. Me decía que yo estaba loco por haber tomado variable compleja como “minor” en matemáticas. Él, por su parte, para cumplir con ese requisito tomó un curso básico de cálculo. Siempre uso a este último amigo mexicano como un contra ejemplo, pues siendo bien dedicado a las investigaciones que realizaba en su área de especialización, intentaba estudiar matemáticas tendido en un sofá, leyendo el libro de texto como si se tratara de una novela. Yo a mis alumnos no me canso de decirles que estudiar ingeniería es una lucha de lápiz contra papel, de tiza contra pizarrón, de resolución de problemas a partir de los conceptos, de probar la bondad de las nuevas soluciones antes de desechar las existentes. Y si alguna vez he realizado un examen a libro cerrado, ha sido en contra de mi voluntad, por tratarse de una evaluación departamental, ya que también creo que el ingeniero debe tener toda la información a mano, que el problema realmente es saber separar el grano de la paja.

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