Baco contra el Dr. Alzheimer

Ya se ha vuelto una costumbre en la Universidad Simón Bolívar que los profesores jubilados celebren su fiesta navideña a principios de enero de cada año, después de “haber matriculado”. Este enero de 2007 uno de los temas que tratamos en la Casa del Profesor, alrededor de la mesa de canapés y con un whiskey o una copa de vino en la mano, fue el de las inesperadas visitas que el Dr. Alzheimer ha estado haciendo a varios colegas no mucho mayores que nosotros. Todos ellos no habían descuidado ni la actividad intelectual ni la física, siendo el mejor ejemplo un antiguo rector (no de la Simón Bolívar) y connotado jugador de fútbol. El común denominador entre ellos (y ellas) es que todos son abstemios. Ahí lancé la idea de que beber con moderación puede ser la manzana diaria que aleje al indeseado doctor alemán. Una mañana a finales de enero Consuelo Pirela y yo recordamos a algunos bardos y escritores, mayores que nosotros, que han ido abandonando este mundo por ley natural, pero que nunca perdieron sus facultades mentales. No era sin embargo el uso diestro de la pluma, ya en prosa o en verso, lo que los caracterizaba, sino un nunca oculto culto al dios Baco. Parece que éste es el sino de los poetas: a un connotado bardo guariqueño, de dos generaciones o más anteriores a la mía, lo llamaban “Luz de túnel” porque se lo pasaba prendido de noche y de día.

En vista de lo anterior decidí retomar, bajo una nueva denominación, el tema de “beber o no beber”, el cual abordé a través del correo electrónico hace algunos años. Su incorporación al blogspot obedece a un consejo de mi antiguo alumno Carlos Figueira, quien me hizo ver que de esta forma el material estaría disponible a una audiencia potencialmente mayor. El título pretende seguir la forma utilizada en el cine en las aventuras de Santo, el enmascarado de plata, tales como Santo contra el Cerebro del Mal (1958) o Santo contra las Momias de Guanajuato (1970). Este personaje de la lucha libre apareció durante la década de 1950 en aquellos cuadernillos sepia de historietas mediante los cuales México trató de competir, junto con Kalimán, contra los tebeos españoles y los traducidos comics gringos; la popularidad de El Santo y el mito que lo rodeó provienen en gran medida de los medios audiovisuales y no de la lucha libre.

Si mal no recuerdo, ¡Ebrios saludos! era la frase con la cual terminaba un correo electrónico enviado por Patrick O´Callaghan a finales del 2001, a raíz de una controversia que se suscitó sobre beber o no beber. Todo se originó porque alguien afirmó que todos nuestros males, incluyendo el whiskey, venían de los Estados Unidos. Como buen irlandés, Patrick salió en defensa no sólo de los orígenes del “uisce beatha” o “aqua vitae” sino de la sana costumbre de echarse un palito de vez en cuando. En el ambiente militar se acusa de sospechoso a aquel que no bebe. No beber puede ser un defecto. Mi estimada ex alumna y colega Mari Cristi Stefanelli sufrió de laberintitis, y me contó que lo peor era que cuando se acostaba el cuarto le daba vueltas. Ante mi comentario de que esa situación la hubiera podido soportar mejor de haber tenido un buen historial etílico, me dijo eso mismo le había comentado el médico tratante. Yo pensaba sazonar estas líneas con una cita de Omar Khayyam, pero la selección era tan amplia, que preferí destacar que el vino es una bebida más saludable que el agua con un dicho de los hortelanos de la madre patria, de donde nos viene lo refraneros que somos:
Con las brevas, agua no bebas…
Vino, todo el que puedas.

Le preguntaron una vez a Casey Stengel, el legendario “manager” de los Yankees de Nueva York y de los Mets de esa misma ciudad, acerca del desempeño de aquellos peloteros que no bebían y contestó que “Eso sólo los ayuda cuando son buenos jugadores”. En un libro sobre récordes negativos que ojeé en una librería de Chicago en 1963, había una lista sobre los “Jugadores de béisbol que pueden desempeñarse de una manera admirable en el campo, aun cuando tengan un ratón de brinquito” (cito de memoria y la traducción es libre). La lista de diez nombres la encabezaba el notable lanzador de los Filis de Filadelfia Steve Carlton y el número nueve era Vic Davalillo. Antes de que me acusen de hablar mal del orgullo de Cabimas, debo decir de antemano que a pesar de mi condición de magallanero, él es el pelotero venezolano que más he admirado y que además no creo que los santos orinen agua bendita. Diego Armando Davalillo fue el título de un artículo que publiqué acerca de Vitico a finales de los noventa en el diario La Hora del Estado Nueva Esparta y del cual hice circular una versión actualizada por correo electrónico en el 2001. La razón de todo este circunloquio, es contarles una anécdota del recordado José Santos Urriola, sin el menor deseo de ofender su memoria. Según el profesor Alexis Márquez Rodríguez, Santos fue uno de los más fulgurantes talentos que él conoció. Que su nombre ahora salga mezclado en una crónica en parte deportiva más bien me parece una circunstancia feliz, ya que su hijo José Urriola C. (de casta le viene al galgo) una de las áreas que ha tocado con su pluma es la del fútbol.

Santos nunca manejó y siempre andaba en carrito por puesto o en cola. Quizás de las conversaciones con sus anfitriones surgió más de un Trazos en Arena, esa crónica del acontecer diario que fue publicada por más de cuarenta años en los periódicos El Nacional y el Diario de Caracas. Según confiesa Oscar Gómez Navas, uno de los que de vez en cuando llevaba a José Santos a su casa en La Boyera, al igual que lo hacían Carmen Elena Alemán, Marcelo Guillén, Hugo Groening, Maguy Blancofombona y Antonio Acosta, el ensayo que Santos escribió sobre la pereza de los venezolanos lo esbozó en la cervecería que quedaba en el sector Sorocaima cerca del banco Provincial, que era una parada casi obligatoria. Entonces no es de extrañar, como nos lo recuerda Carmen Elena Alemán, el lenguaje conversacional, pleno de humor y en constante diálogo con el lector con el cual Santos contó la historia de la ciudad y el país, revelándonos además sus querencias y preocupaciones. De paso y corroborando las palabras de Luis Barrera Linares, de que somos un país en permanente hacerse y deshacerse, la cervecería de marras fue derribada a finales del 2006 y ahora es un terreno baldío que será convertido en aparcamiento del bingo que desplazó al supermercado epónimo de esa zona de La Trinidad.

Los diabéticos se nos van en navidad y así lo hizo Santos, el 30 de diciembre de 1994, lúcido como siempre pero quizás hastiado de tanta dieta restrictiva. Y ahora sí, termino con la anécdota: Una madrugada que Santos regresó en cola a su casa de La Boyera, después de una celebración que hubo en las instalaciones de la Universidad en el Parque Central, su mujer Margot le recriminó no sólo a la hora a la cual llegaba sino, además, en compañía de ese par de borrachos. Su respuesta fue, más o menos esta: “Mi amor: ¿Y quién más puede andar conmigo a estas horas de la noche y en este estado?”

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