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Mostrando entradas de 2007

Malapropismos y Yoguismos

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Se denomina malapropismo al error que se produce cuando, en forma involuntaria o a propósito, el hablante utiliza una palabra o sonido en lugar de otro, bien por confusión, bien porque hay una semejanza fonética que induce al l apsus linguae o al juego de palabras. El error puede deberse a la ultracorrección («Chacado» en vez de «Chacao», a la etimología popular («balandronada» por «baladronada», «antena paranoica» por «antena parabólica») o a otras causas («estar entre la espalda y la pared», «rascarse las vestiduras»). El término proviene de la señora Malaprop, personaje de la comedia The Rivals (Los rivales) escrita por el inglés Richard Brinsley Sheridan y estrenada en 1775. Sheridan sacó el apellido del francés «Mal à propos», mal a propósito. La buena mujer, prototipo de habladora descarada y con ínfulas pero carente de toda formación, adquirió tanta notoriedad que dio origen a la voz «malapropism», consolidada en la lengua inglesa y que gradualmente va encontrando su acomodo e

Todos éramos de izquierda

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En 1979, cuando estaba de año sabático en el Instituto Tecnológico de Georgia, mi vecina en La Vista Villas –una señora mayor de origen griego – me dijo que había que sacar a patadas al presidente Carter de la Casa Blanca. Al indagar sobre las razones en las cuales ella sustentaba su drástica posición, me dijo que bien se lo merecía, por haberle entregado el canal de Panamá a los panameños. Bastó que le preguntara “Whose channel?” (¿el canal de quién?) para que mirándome como gallina que ve sal, diera por terminada nuestra conversación. No sé si salió a comentar con las otras viejitas del condominio o con sus hijos, que tras la apacible figura de su vecino se ocultaba otro comunista más. Igual me sucedió en Chicago cuando estaba estudiando postgrado, me tenían por comunista por haber leído la Fábula del Tiburón y las Sardinas del ex presidente de Guatemala Juan José Arévalo. No hay que olvidar que por esta obra, al padre de la democracia guatemalteca también lo tildaron de comunista.

Los estudiantes contra la dictadura

En 1952, cuando la Junta de Gobierno permite que se lleve a cabo la convocatoria a representantes de una Asamblea Nacional Constituyente, el objetivo primordial no era exactamente la elaboración de una nueva constitución, sino el hecho de que dicha Asamblea elegiría al Presidente Constitucional para el periodo 1953-1958. Como los resultados no favorecieron al gobierno, estos fueron invertidos, fraguándose así un nuevo golpe de estado. Ese clima político, sustentado en un fraude, era el que se había vivido en Venezuela por casi cinco años cuando yo ingresé a la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela en septiembre de 1957. En ese entonces yo no había participado ni mucho menos dirigido acción política alguna, ya que había estudiado los primeros cuatro años de bachillerato en San Juan de los Morros bajo una férrea supervisión paterna y cuando curso el quinto año en Caracas en el liceo Carlos Soublette, lo hago bajo la amenaza de una caución que mi anciano abuelo fue

La militarización del Fermín Toro

Ante la resonancia inmediata que en el Palacio de Miraflores tenían los disturbios estudiantiles del vecino Liceo Fermín Toro, la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez apeló al sencillo expediente de clausurarlo. Así, cuando en julio de 1956 aprobé el año más avanzado que se dictaba en el Liceo Roscio de San Juan de los Morros, el cuarto año, encontré cerradas las puertas de la institución que me correspondía de acuerdo a la zonificación educativa. Porque debía emigrar de la bucólica capital del Estado Guárico para culminar la secundaria y la escogencia obligada fue Caracas, donde mis abuelos maternos me habían apartado un rinconcito en su modesta vivienda de Gloria a Sucre 23, en la parroquia La Pastora. Ingresar a alguno de los pocos colegios privados de prestigio que ya existían en ese entonces en la capital, fue algo que jamás se consideró en el círculo familiar dado lo exiguo de nuestros recursos económicos. Además, los liceos de mayor fama, los de probada excelencia, eran lo

Del Cuquero y sus alrededores

Cuando en 1974 Lorenzo Fernández fue candidato presidencial de COPEI, yo ya llevaba siete años siendo socio del Diners Club y siempre recibía la tarjeta de crédito con mi nombre perfectamente troquelado. Pero ese noviembre me llegó a nombre de Luis Lorenzo, lo cual indica que muchas veces uno no lee lo que está escrito y oye algo distinto a lo que le dicen. Ese es el secreto de muchos de los que se dicen políglotas y hablan bajito, para que el cerebro del interlocutor complete el discurso. En el caso del dinero plástico la distorsión vino por la intensidad de la campaña política, pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino del sobrenombre y sus alrededores. Para ello arranco con lo que le pasó al amigo Isidro Alonso, quien se quejaba de que Gamaliel González en vez de contestarle la pregunta que la había hecho por el celular, lo había mandado a hablar con la OEA. Pero si Gamaliel hubiera dicho Comiquita en vez de Ojeda, otro gallo habría cantado. Sin ánimo de ofender a nadie, al fi

La sección Venezuela del IEEE

En Venezuela, al igual que en los Estados Unidos de América, el Instituto de Ingenieros Electricistas y Electrónicos (IEEE) se desarrolla apoyado en dos bastiones: la academia y la industria. A principios de 1967, veinte años después de haberse iniciado los estudios de ingeniería eléctrica en nuestro país, un grupo de ingenieros electricistas encabezados por el entonces Director de la Escuela de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Central Roberto Chang Mota y del cual yo formaba parte junto con Gonzalo Van der Dys, constituyó el Comité Organizador de la Sección Venezuela del IEEE. El punto clave fue la visita que a nuestro país hiciera el entonces presidente del Instituto, Walter MacAdam. En la primera reunión preparatoria que se celebró supimos que nuestro visitante era descendiente de John MacAdam, el inventor del procedimiento de pavimentar carreteras conocido como macadam. Armando Enrique Guía, quien había sido profesor de Roberto Chang, fue el artífice de la visita de MacAdam.

Cuarenta años haciendo historia

Para finales de 1966 ya la Universidad Central de Venezuela había llenado todas las plazas disponibles con un gran número de los bachilleres que a lo largo del país habían culminado exitosamente sus estudios secundarios en julio de ese año. Sin embargo, no todos los que salieron “lisos” habían conseguido inscribirse en alguna universidad; además, el contingente de los sin cupo aumentó notablemente una vez que los liceos realizaron en septiembre los exámenes de reparación. Así que al reiniciarse las actividades en la Central en enero de 1967, la primera reunión ordinaria del Consejo Universitario que se convocó tuvo como tema central la imposibilidad de que esa institución pudiera atender la creciente demanda de cupos en la Educación Superior en el área metropolitana. A escasos nueve años del derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, la consolidación de la reapertura de la Universidad del Zulia y la creación de las universidades experimentales de Oriente y de la Re

Echando carro

La farsa debe recomenzar es el título de una pretendida novela que terminé de escribir hace unos treinta y cinco años, justamente antes de empezar a trabajar en la Universidad Simón Bolívar. Los originales, pulcramente mecanografiados en hojas tamaño carta, los conservaba en una carpeta de tres anillos y así llegaron a la casa que para ese entonces compré en la urbanización Piedra Azul. Las cuartillas habían empezado a engordar durante los años de la renovación académica en la Universidad Central de Venezuela, cuando por razones de fuerza mayor muchas veces tenía que regresar muy temprano al sitio donde vivía alquilado, la parte alta de una quinta en Bella Vista. Allí, cual gallina picando maíz, a diario atacaba con dos dedos las teclas de una vetusta máquina de escribir. A finales de 1969 ni siquiera tenía sentido acercarse al campus de Los Chaguaramos, pues éste fue cerrado y cercado militarmente. El cheque de pago ya no lo recogíamos en la oficina de Felipe Castro, en la planta baj

Tú y Mafalda

Indudablemente que si un torero se corta la coleta, nadie dejará por ello de reconocerlo. Aparte de caer sobre la espalda, la coleta es un adminículo generalmente postizo que usan los matadores sólo cuando salen al ruedo. Al menos así era en mi etapa de taurino, quizás en este siglo XXI más de un torero anda mechudo y sí se recoge el cabello para salir a lidiar con los astados. Este preámbulo se origina porque en la última prueba escrita que les tomé a mis estudiantes, uno de ellos se presentó sin la frondosa cola de caballo que había lucido a lo largo del trimestre. Desde que empecé a dar clases allá por septiembre de 1964, me impuse la tarea de conocer a todos mis alumnos, sobre todo cuando los cursos son muy nutridos; no quiero que ninguno de ellos se sienta como un número de carné más al cual hay que encasquetarle una nota al final del trimestre. A la larga sólo permanecen en mi memoria los casos extremos, aquellos que fueron o muy buenos o muy malos estudiantes. Esta no es una reg

Baco contra el Dr. Alzheimer

Ya se ha vuelto una costumbre en la Universidad Simón Bolívar que los profesores jubilados celebren su fiesta navideña a principios de enero de cada año, después de “haber matriculado”. Este enero de 2007 uno de los temas que tratamos en la Casa del Profesor, alrededor de la mesa de canapés y con un whiskey o una copa de vino en la mano, fue el de las inesperadas visitas que el Dr. Alzheimer ha estado haciendo a varios colegas no mucho mayores que nosotros. Todos ellos no habían descuidado ni la actividad intelectual ni la física, siendo el mejor ejemplo un antiguo rector (no de la Simón Bolívar) y connotado jugador de fútbol. El común denominador entre ellos (y ellas) es que todos son abstemios. Ahí lancé la idea de que beber con moderación puede ser la manzana diaria que aleje al indeseado doctor alemán. Una mañana a finales de enero Consuelo Pirela y yo recordamos a algunos bardos y escritores, mayores que nosotros, que han ido abandonando este mundo por ley natural, pero que nunca