La edad de los libros de texto


Cuando yo ingresé a la Universidad Central de Venezuela en 1957, las materias se cursaban por año, aun cuando algunas como Humanidades I estaban divididas en dos partes que las dictaban dos profesores distintos, pero la nota final era una sola. Los dos primeros años eran comunes a todas las especialidades, al punto que a pesar de estar inscrito en ingeniería eléctrica, pasé un año completo dibujando cabillas, encofrados, isometrías y todo lo relacionado con la ingeniería civil. Con el advenimiento de la democracia y bajo las ideas innovadoras del decano Isava, empezó el régimen de semestres. Nomogramas y Ábacos, que dictó el propio Héctor Isava, fue la primera materia que cursé bajo esa modalidad en el primer semestre de segundo año. La cátedra de Circuitos I se dictó por primera vez por semestres y también por vez primera a nivel de segundo año ese año escolar 58-59. El profesor de la asignatura, Melchor Centeno Vallenilla, recomendó como libro de texto el "Electric Circuits", que en ese entonces se conseguía sólo en inglés, en una edición gruesa impresa en un papel de óptima calidad y encuadernada en azul. Con toda seguridad era una reimpresión de la edición original que data de 1940. Hoy en día se escriben libros en inglés teniendo en mente que el mercado es internacional, pero cuando los miembros del MIT EE Staff redactaron ese clásico, jamás pensaron en el sufrimiento que causaría por estas latitudes. Porque algunos, muy contados, manejaban bien el inglés y la mayoría no. Para mí, que estudié los primeros cuatro años de bachillerato en el bucólico San Juan de los Morros, la materia más difícil que enfrenté en quinto año en el Liceo Carlos Soublette en Caracas fue precisamente inglés. Todo lo atribuyo a la falta de rigor en la enseñanza que recibí, porque los profesores iban y venían y nunca tuve un curso completo de inglés con el mismo profesor. En primer año de bachillerato (1952) empecé a recibir las clases de inglés con la exigente y excelente profesora Celia Ortiz de Urbina, quién nos dejó a mitad de curso, ya que su esposo, el también profesor Castor Urbina había sido designado miembro por el estado Guárico de la Asamblea Constituyente que se instaló en la capital y promulgó, el 15 de abril de 1953, la nueva Constitución de los Estados Unidos de Venezuela. Ese año lo terminó la profesora colombiana Lucrecia de Lamus, con un nuevo método y un nuevo libro
Volviendo al meollo de la narración, el lenguaje del texto del MIT era denso, al igual que los conceptos matemáticos requeridos. Pero pude sobrevivir gracias al idioma universal de las ecuaciones y los gráficos, manejando un vocabulario mínimo en el cual las palabras "lead¨ o "lag" no eran sino sinónimos de las posiciones relativas de los vectores corriente y voltaje. En la cátedra de Magnetismo y Transformadores también dictada por Melchor, el texto fue el "Magnetic Circuits and Transformers", quizás en su versión de 1961 y no la original de 1944. Por cierto que cuando estuve de año sabático en 1979, todavía ese era el libro de texto en el postgrado de ingeniería eléctrica del Instituto Tecnológico de Georgia. En luminotecnia Melchor nos mencionó el libro de Parry Moon y de la doctora Domina Spencer, pero los apuntes del propio Melchor eran insuperables y contenían contribuciones originales de nuestro querido profesor. En la materia Líneas de Transmisión empleamos la segunda edición del “Electric Power Transmission” de L. F Woodruff, publicado por primera vez en 1938. Éste, a diferencia de los anteriores, tenía carátula empastada roja y era delgadito, lo cual no decía nada de las veces que tuvimos que darle vuelta a la regla de cálculo, leyendo ambas caras contra reloj, evaluando funciones hiperbólicas que describían la línea que va desde Boulder Dam, Colorado, hasta Los Ángeles, California.
Cuando yo regresé de postgrado, en 1964, la primera materia que dicté en la Universidad Central de Venezuela fue Teoría Electromagnética, por el libro de Plonsey y Collin, que era nuevo (1961) y por el cual yo había estudiado en el Instituto Tecnológico de Illinois . En Comunicaciones I usé la primera edición del Lathi, que me recomendó el director de la escuela Roberto Chang, pero al año siguiente me cambié a la también primera edición del Carlson. Pero en Comunicaciones II y como buen alumno de Centeno, recomendé un libro de texto de 1950, el "Transmission Lines and Networks" de Walter C. Johnson. Yo había estudiado esa materia por el Everitt y Anner, que sólo analiza las líneas de comunicaciones en régimen sinusoidal permanente (o estado estacionario, como dicen, pero a mi no me gusta el término). Resulta que en la primera clase de la materia "UHF Waves and Transmission" que tomé en el Illinois Institute of Technology en Chicago, el profesor puso un problemita de una batería que se conectaba a través de un interruptor a una línea de transmisión sin pérdidas de parámetros distribuidos L y C, terminada en un circuito abierto. Para mi eso era chino y mientras los demás compañeros dibujaban ondas a lo largo de la línea o en el extremo receptor, yo pensaba en como iba salir del atolladero. Le pedí prestado a Manolo Oliva, un amigo cubano que estudiaba pregrado en eléctrica, el texto que ellos usaban en esa materia, el cual resultó ser el de Johnson. Ahí aprendí que la impedancia característica de una línea no es un concepto exclusivo del régimen sinusoidal permanente y supe atacar problemas de transitorias en líneas de transmisión. Creo que este curso de Comunicaciones II que dicté en la UCV les fue útil a mis alumnos que se fueron por la rama de potencia y que trabajaron como ingenieros en el proyecto de la línea de corriente continua del Guri, sobre todo en las "switching surges" u "ondas de choque" que en ese entonces eran palabras nuevas en el léxico de los ingenieros electricistas.
Quiero cerrar esta nota mencionando que en quinto año fue cuando vine a saber que existían unas ecuaciones de Maxwell, a pesar de que ya había aprobado teoría electromagnética, porque mi profesor de Sistemas de Comunicaciones, Hernán Pérez Belisario, las mencionó y le sorprendió nuestra crasa ignorancia. En ese entonces Clemente Gooding, ingeniero de la OPD (Oficina de Planificación y Desarrollo de las Comunicaciones, la precursora de la CANTV) que guió la tesis que hicimos Gonzalo Van der Dys, el catire Christiansen y yo, nos recomendó el libro de Mischa Schwartz "Information Transmission, Modulation and Noise". Gonzalo, que siempre se lo pasaba fregando la paciencia (para no usar un gerundio que empieza por jota y termina en diendo), se ponía a imitar la pronunciación del bueno de Clemente y decía algo como "Micha Chuá". De paso, todavía en el 2009 venden en las librerías la traducción de la segunda edición del Carlson, que no sólo está obsoleta sino que es pésima, pero esto es un material más que abundante para unas nuevas reflexiones.

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