El regreso de los comunistas.




Creo que a mi me entró el gusanito por la electricidad en mis años mozos, en las aulas del Liceo Roscio de San Juan de los Morros, cuando el profesor Teodoro Tabares nos expuso los primeros rudimentos de esa materia en los cursos de física. A esa edad todos somos soñadores y románticos; así como muchos pensaban abrazar la carrera de medicina para preservar la salud de la humanidad, yo, por vivir en una tierra de apagones y tener cierta habilidad matemática, en tercer año me dije que iba a estudiar ingeniería eléctrica. Me gradué de bachiller en 1957 y para poder estudiar ingeniería en la Universidad Central de Venezuela, tuve que aprobar la prueba especial de admisión que administraba la Facultad. Una vez cumplido tal requisito me inscribí en ingeniería eléctrica, carrera entonces poco popular que sólo contaba para esa fecha con 22 egresados distribuidos en seis promociones, de las cuales la primera había ocurrido en 1950. Los egresados hasta 1971 se puede ver en la entrada anterior de esta bitácora Ingenieros Electricistas UCV 1950 a 1971. El corte de la lista, la cual fue tomada de la publicación de Juan Altimari de 1975 citada en el enlace anterior, abarca hasta 1971, cuando ya no prestaba mis servicios en la Universidad Central y estaba en mi segundo año de trabajo en la refinería de Amuay. Sin embargo muchos de los egresados en la promoción denominada como 1970-71 fueron alumnos míos cuyos actos de graduación se retardaron debido a los coletazos de la mal llamada renovación académica, que en realidad no fue más que un gran paso hacia atrás en la enseñanza de la ingeniería en la Universidad Central de Venezuela. Huelga decir que con todos esos egresados y los que han seguido, provenientes de prestigiosas universidades nacionales e internacionales, en abril de 2013 los apagones siguen a la orden del día, pero los ingenieros no tienen la culpa. En el enlace Lic. Nelson Méndez, Historia de la enseñanza de la Ingeniería en ... hay un apretado resumen de la enseñanza de la ingeniería en el país y para acceder a una minuciosa y bien narrada historia de la Facultad de Ingeniería se puede descargar la página http://neutron.ing.ucv.ve/historia/HISTORIA.HTM. De esa fuente extraigo que en 1946 las dependencias de ingeniería, arquitectura y ciencias fueron las primeras que se trasladaron desde la sede histórica del Convento de San Francisco en el centro de Caracas, hasta las instalaciones en las oficinas del Trapiche de la antigua Hacienda Ibarra; de ésta sólo sobrevive la torre del trapiche donde hoy está el Gimnasio Cubierto. Para tener una idea de lo que ha cambiado la ciudad capital con el paso del tiempo, basta con mencionar que los estudiantes se quejaron porque los estaban enviando a un ambiente rural. La erección de la nueva sede de Los Chaguaramos, o Ciudad Universitaria como se le vino a conocer, fue decretada en 1943 por el presidente Isaías Medina Angarita, proyectada arquitectónicamente por el maestro Carlos Raúl Villanueva y construida, en gran parte, durante el gobierno del general Marcos Pérez Jiménez. La mudanza total de las instalaciones de la Universidad Central de Venezuela se realizó durante los años 54 y 55. La antigua edificación del centro es todavía la sede del Palacio de las Academias y lo fue, hasta hace un poco más de un par de décadas, de la Biblioteca Nacional. Las suspensiones de actividades en la Universidad Central de Venezuela se intensificaron en esa época, como secuela de la represión del régimen contra muchos estudiantes por su participación en la lucha antidictatorial. Como se verá en la siguiente narración, todo el que salía expulsado de la Universidad Central se iba etiquetado como comunista, a pesar de que la oposición estudiantil al régimen era variopinta e incluía no sólo a los militantes de los partidos de izquierda, sino también a los simpatizantes de Acción Democrática y de Copei.


Las instalaciones de la plaza cubierta, el aula magna y la biblioteca de la Universidad Central de Venezuela fueron inauguradas por Marcos Pérez Jiménez en marzo de 1954, con el propósito cierto de alojar a la Décima Conferencia Interamericana, realizada en Caracas en la actual sede entre los días primero y 29 de ese mes. El compromiso de ser sede de la conferencia había sido asumido en la IX Conferencia de Bogotá en 1948 por Rómulo Betancourt, pero para el momento de su materialización fue un firme oponente al evento, usando todos los medios a su alcance, ya fueran políticos, diplomáticos, sindicales y la opinión pública. Basaba su posición en que la realización de esa cumbre no era compatible con la figura de un gobernante que había logrado su legitimación de manera fraudulenta, que tenía las cárceles de Venezuela llenas de numerosos presos políticos y que mantenía una rígida censura de prensa. La dictadura se amparaba bajo la coartada del anticomunismo, posición que era vista con buenos ojos por el gobierno de los Estados Unidos. Al parecer Franklin Delano Roosevelt había dicho, refiriéndose al dictador de Nicaragua: “Somoza may be a son of a bitch, but he is our son of a bitch.” Sin embargo no hay una prueba fehaciente de esta cita.

Los distinguidos visitantes, alojados en el recién inaugurado Hotel Tamanaco, empezaron a llegar y se iban distribuyendo a lo largo de la plaza cubierta para esperar que empezaran los actos oficiales. El área también se había llenado de estudiantes de ingeniería, arquitectura y ciencias, que venían desde los salones de clases y se habían congregado en la vecindad de la entrada principal del aula magna. Por su especialización, lo más seguro era que ninguno de ellos estaba interesado en participar en las deliberaciones, pero sí en manifestar ante los delegados internacionales su oposición al régimen. La alborotadora presencia de los jóvenes no fue del agrado del Vicerrector Muci, quien les ordenó que circularan. Francisco Ripepi, estudiante de primer año de ingeniería, empezó a caminar en cerrados círculos alrededor del profesor, tomando al pie de la letra las palabras de éste. Pancho, que ya era bastante alto y con facilidad doblaba en estatura al poco espigado Vicerrector, se desplazaba mirándolo fijamente a los ojos. Más que una gracejada su acto fue una verdadera afrenta que no duró mucho, ya que el área estaba plagada por miembros de los organismos de seguridad del estado, regados sin ningún disimulo por todos los rincones. Casi de inmediato fue detenido por un par de funcionarios y enviado, por comunista, a los calabozos de la Seguridad Nacional. Por suerte en el grupo de estudiantes andaba Ángel, el hermano mayor de Pancho, quien salió a toda prisa en su vehículo para Altamira, a avisarle a la familia. La señora Juanita Alliegro de Ripepi, la madre de Pancho, de inmediato llamó por teléfono a su hija Concepción, mejor conocida como Conchita, que estaba casada con el entonces Comandante General de la Guardia Nacional (1948/1956), el teniente coronel Oscar Tamayo Suárez. Como se ve, el estudiante preso no era ningún pata en el suelo, vivía en una amplia quinta de una urbanización de ricos y además tenía buenos contactos. Ripepi no duró mucho en la chirona, lo expulsaron de por vida de la Universidad Central, con la etiqueta de comunista y le cambiaron la cárcel por exilio. Su padre quiso enviarlo al norte pero Pancho, tomándose muy en serio lo de comunista, no quiso irse al imperio y escogió Argentina como destino. Una vez derrocada la dictadura, se incorporó en segundo año a nuestro curso y terminó formando parte de nuestra promoción. En las aulas de clases trabamos una amistad que todavía conservamos, aunque no nos vemos con la frecuencia que desearíamos. Quizás con unas cervezas entre pecho y espalda, en una de las tantas juergas estudiantiles, fue cuando contó lo de su expulsión. Eso de que fuera comunista jamás me lo creí; no porque tuviera un alto estándar de vida, sino porque jamás le he visto una actitud revolucionaria o contestataria. Muchos jerarcas del comunismo venezolano eran personas con plata, siendo el abogado Gustavo Machado (1898/1983) el caso más emblemático. Machado fue integrante de una de las familias más conservadoras y adineradas de su época y fue, junto con su hermano Eduardo, uno de los fundadores del Partido Comunista Venezolano.

Otro “comunista” que regresó a las aulas de la Universidad Central después de la caída de la dictadura fue Wolfgang Stockhausen. Su expulsión se originó en los acontecimientos del 21 de noviembre de 1957, cuando los estudiante de la Universidad Central de Venezuela y de la Universidad Católica Andrés Bello se lanzaron a protestar abiertamente contra la dictadura y contra el plebiscito propuesto por Pérez Jiménez el cuatro de ese mes y mansamente aprobado por el Consejo Supremo Electoral (nada nuevo bajo el sol) el 17 del mismo mes. Las dos primeras horas de clases las tuvimos de siete a nueve y al salir del auditorium del edificio de Geología, Minas y Metalurgia para dirigirnos hacia la siguiente clase, notamos que el ambiente estaba muy ruidoso y agitado. Vimos en el flanco oeste, en las adyacencias al auditorium de la facultad, a un joven un poco mayor que nosotros montado en un cajón arengando a los bachilleres que se iban aglomerando a su derredor. Hace muy poco vine a saber que se trataba del estudiante de derecho de 24 años de edad y militante de Copei Enrique Aristigueta Gramcko. Eduardo Picón Badaracco, estudiante de primer año de ingeniería y testigo de los hechos, dice que muy cerca de Aristigueta y trepado en una caja más pequeña José Ignacio Cabrujas también se dirigía a los atónitos bachilleres, muchos de los cuales eran pueblerinos recién llegados. En “Los estudiantes contra la dictadura”, http://luisloreto.blogspot.com/2007/08/los-estudiantes-contra-la-dictadura.html, entrada de esta bitácora del 2007, identifiqué al personaje del cajón como Américo Martín, pero Gustavo Flamerich (gflamerichr@gmail.com), autor de la novela, o historia novelada “Todo sucedió en un año” que se desarrolla en el entorno del 23 de enero, me dijo que para esa fecha a Américo ya lo habían capturado y estaba preso, seguramente en las instalaciones de la Seguridad Nacional. Aquí necesariamente tengo que repetir algunos de los pasajes de esa entrada, pero sólo los referentes a Wolfgang.

¿Qué hacía  un alemán a quién además tildaban de nazi, en una manifestación de la izquierda? Me imagino que fue por aquello que dijera Winston Churchill que “Quien no es liberal a los veinte no tiene corazón. Quien no es conservador a los cuarenta, no tiene cerebro” (Anyone who isn’t a liberal by age 20 has no heart. Anyone who isn’t a conservative by age 40 has no brain). O quizás su motivo
principal era desenvolverse entre las hermosas muchachas que participaban en la manifestación, ora marchando o aupando a los demás desde las puertas de las residencias femeninas. Los que salieron hacia la plaza Venezuela se apostaron sobre el puente y empezaron a caerle a pedradas a las patrullas que habían llegado por la autopista y se habían estacionado bajo el puente. Al ver los jóvenes que los esbirros seguían llegando como moscas y aun cuando no los superaban en número blandían el convincente argumento de las armas largas, decidieron replegarse hacia el recinto universitario. En la rampa que va hacia la autopista, en donde ahora está el mural de Zapata, dos chicas dudaban entre seguir o devolverse, ya que a una de ellas, presumiblemente la estudiante de economía Gladys Lander, se le había torcido un tobillo. Sintiéndose como la reencarnación aria de Superman, Wolfgang la cargó y trató de devolverse a toda velocidad, pero no pudo alzar vuelo y lo agarraron mansito. Cuando lo metieron en la jaula, uno de los policías lo reconoció como el catire altote que le había roto la cara de una pedrada e intento entrar a vengarse. Por suerte los otros agentes no lo dejaron desquitarse.
A Max Constati le tocó comunicarle a los padres de Wolfgang, en el modesto apartamento que ocupaban en el conjunto residencial “Caciques de Venezuela” de Los Totumos del Cementerio, la mala nueva de la detención de éste. Un funcionario que trabajaba en el área administrativa de la Seguridad Nacional era vecino de los Stockhausen y a él acudió el papá de Wolfgang, a buscar una ayuda que consiguió. Esta vez no fue un poderoso, sino un hombre de a pie, quien intercedió para lograr la liberación de su vecino. Wolfgang estuvo preso cinco días en la plaza Morelos y fue liberado tras las gestiones del embajador de Alemania, pero también había sido expulsado de por vida de la Universidad Central de Venezuela. Su exilio lo fue a pasar en Alemania y él, que ya estaba en segundo año, allá tuvo que empezar de nuevo la carrera, pero se sentía sobrado ya que la preparación matemática que llevaba de Venezuela era de primera. Cuando regresó, después de la caída de Pérez Jiménez, volvió a ser ubicado en segundo año. Ahí nos conocimos, entablamos una gran amistad y a veces estudiábamos juntos e íbamos a beber cervezas con las amigas, en el Citroen que tenía. Nuestra amistad sólo fue interrumpida por su repentina muerte en mayo de 2009, y digo repentina porque sólo duró diez días desde el momento en que me dijo por teléfono que tenía cáncer. Sin embargo él está presente en los dos árboles de fresno que adornan el frente de mi casa, traídos desde La Haciendita, una pequeña finca cafetalera que él tenía por Tejerías.

Créditos: La foto de la plaza Morelos que acompaña estas notas, donde estaban las instalaciones de la seguridad nacional, fue tomada de la bitácora electrónica http://orachapellincaracasvenezuela.blogspot.com/2008/08/plazas-y-parques-de-la-vieja-caracas.html, mientras que la del trapiche está publicada en  el trabajo realizado por José Álvarez Cornett: Rafael Grinfeld y Nicolás Szczerban - infoCIUDADANO,

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