La Universidad de Caracas nunca estuvo en Sartenejas
A pesar de
que el decreto de creación de la nueva universidad para el área metropolitana
de Caracas fue firmado el 18 de julio de 1967, fue recién a principios de 1969
cuando se vinieron a escuchar las más airadas protestas contra la naciente
Universidad de Caracas. Aun cuando se señaló que la nueva institución mermaría
los ya de por sí escasos recursos que el Ejecutivo asignaba a la Universidad
Central de Venezuela, que simplemente se estaba desvistiendo a un santo (impuro
según la óptica de muchos) para vestir a otro (inmaculado por no haber
intentado todavía cruzar el pantano), el grueso de la polémica giró en torno al
nombre. Nunca se imaginaron ni Héctor Isava ni Mercedes Fermín, en la
turbulenta sesión del Consejo Universitario de la Universidad Central de
Venezuela de enero de 1967, donde de hecho nació la Universidad Simón Bolívar,
que los lazos entre ambas universidades iban a ser tan estrechos. En Sartenejas
no sólo se dio el trasplante sin rechazo de un fogueado grupo de trabajo proveniente
de la Facultad de Ingeniería de la Central, sino que la nueva institución llevó
durante casi dos años el nombre bajo el cual fue fundada el 22 de diciembre de
1721 la Universidad Central de Venezuela: Real y Pontificia Universidad de
Caracas.
De
muchachos, los alumnos de la Escuela Aranda de San Juan de los Morros
gritábamos alborozados ¡hoy no hay escuela! cuando se
suspendían por alguna razón las clases y no creíamos equivocarnos, a pesar de
que los mayores insistían en que nadie había derribado la escuela. Tal
criterio, arraigado en mí desde muy joven, de que son las aulas y los
laboratorios llenos de estudiantes, es decir las clases, lo que le da vida a
una institución educativa, fue el que usé para acuñar el título de esta
crónica. La versión original, publicada en 1988 con ocasión del vigésimo primer
aniversario del Decreto de creación, salió impresa con ese mismo nombre. Como
no conservé la versión electrónica original, lo cual me pasa hasta con los archivos
más recientes, decidí hacer una versión algo más ligera, animado por mi
participación en la serie de programas de televisión “Así lo recuerdo…” que el
Decanato de Extensión de la Universidad Simón Bolívar ha empezado a lanzar al
aire desde enero del presente año 2014. Las caricaturas de los rectores Jesús
María Bianco y Eloy Lares Martínez son de mi autoría e ilustraron la
publicación original.
Para enero
de 1969 todavía no se habían edificado las primeras aulas para albergar a los
estudiantes de la nueva universidad, pero el anuncio de que las clases se
iniciarían en octubre de ese año, la casi certeza de que pronto “habría
escuela”, provocó en la Universidad Central de Venezuela, mi alma mater, una
apasionada reacción cuyo clímax lo constituyó un enfrentamiento entre los
rectores de ambas instituciones, que por poco convierte a las antiguas
instalaciones del Ministerio de Educación, allá en la esquina del Conde, en la
propia Calle Real, en un improvisado ring de boxeo. En ese enero, compás de espera
para la entonces inédita transmisión de mando entre dos presidentes de
diferentes toldas políticas, el clima en la Universidad Central estaba caldeado
por la hoy tristemente célebre renovación académica, coletazo del mayo francés
de 1968. Ya hablaré del incidente, pero antes les contaré como descubrí en
1969, siete años después de haber egresado de la Universidad Central de
Venezuela, que también era egresado de la Universidad de Caracas.
En la
edición del diario El Nacional del 9 de enero de 1969, Idelfonso Leal, quien en
1963 había publicado el libro “Historia de la Universidad de Caracas”, reclama
lo que consideraba un nuevo despojo contra esa universidad: “…Le quitaron su casa, le transformaron sus
sellos, sus viejas tradiciones, le han cambiado sus ceremoniales y hasta le
cambiaron su nombre. Ahora lo van a poner en otra institución…” En esas
declaraciones, el historiador aclara que después de la Independencia, al
desparecer los nexos con el Monarca y con la Santa Sede, la universidad deja de
ser real y pontificia y empieza a llamarse Universidad de Caracas, nombre que
conservó hasta 1821. En ese año se redacta la Constitución Nacional de la Gran
Colombia y en 1822, una Ley expedida en Bogotá dispone el funcionamiento de sendas
Universidades Centrales para los tres Departamentos que formaban ese país. En la
ley no explicaba si lo de Central era por jerarquía o por localización
geográfica. Surge entonces el nombre de
Universidad Central del Departamento de Venezuela, junto con las homónimas de
Cundinamarca y de Ecuador. A partir de 1830, con la separación de Venezuela de
la Gran Colombia, los documentos oficiales empiezan a referirse por igual a la
Universidad Central y a la Universidad de Caracas. El doctor Joaquín Gabaldón Márquez, en una exposición
razonada que hiciera el 6 de enero de 1969 al Rector Jesús María Bianco,
propuso el nombre de Simón Bolívar para la nueva Universidad Técnica de
Caracas. En su exposición deslinda con claridad lo esencial y lo accidental, lo
permanente y lo pasajero, al citar la frase lapidara “Esta ilustre Universidad de Caracas, Central de Venezuela”
pronunciada en 1837 por el doctor Andrés Narvarte, considerado como uno de los
más ilustres rectores y ciudadanos venezolanos.
El doctor Gabaldón Márquez, en
su carácter de Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia, se dirige el 8 de enero de 1969 al Director
de esa organización Cristóbal L. Mendoza, para pedirle que tuviera a bien
incluir en el orden del día de la próxima sesión dos puntos, que a mi entender
se pueden resumir de la siguiente manera: 1. Sobre la conveniencia de que la
nueva universidad creada por el Ejecutivo reciba el nombre de “Universidad
Simón Bolívar” y 2. Que se declare que el nombre “Universidad de Caracas”
corresponde histórica, filosófica, académica y lingüísticamente a la
Universidad Central de Venezuela”. La Academia le dio su apoyo en la sesión del
9 de enero de 1969, el cual fue destacado en la rueda de prensa que el Rector
Bianco ofreció junto con los doctores Joaquín Gabaldón Márquez e Idelfonso Leal, un día después, víspera de la
reunión ordinaria del Consejo Nacional de Universidades en la cual se
distribuiría la partida global del presupuesto de las universidades para el año
69. En esas declaraciones el doctor Bianco destacó que las autoridades de la
Universidad Central de Venezuela veían con agrado la creación de un nuevo
Centro de Estudios Superiores y que estaban dispuestos a brindarle, tal como se
había hecho con las demás universidades del país, la mayor colaboración posible;
únicamente objetaban que hubiesen utilizado el nombre que corresponde histórica
y filológicamente a la Universidad Central de Venezuela. Añadió que la nueva
universidad anunciada por el Ministerio de Educación respondía a las
necesidades del país y serviría para proporcionar plazas a numerosos
estudiantes que cada año se enfrentaban a la escasez de cupos; lamentándose
únicamente el que se hubiese escogido el nombre que por patrimonio espiritual e
histórico, le pertenecía a la Universidad Central.
El 10 de
enero pasadas las cuatro de la tarde se inició, bajo la presidencia del
Ministro de Educación J. M. Siso Martínez, la reunión del Consejo Nacional de
Universidades. Cuando el doctor Eloy Lares Martínez, Rector de la Universidad
de Caracas, se incorporó a la reunión ya se había realizado la distribución del
presupuesto. Apenas tomó asiento, el doctor Jesús María Bianco, Rector de la
Universidad Central de Venezuela, pidió la palabra para manifestar que la
delegación de esa Universidad —que integraban además el Vicerrector Académico
José Lucio González Rivero, el Decano de la Facultad de Economía Armando
Alarcón Fernández y el Delegado Estudiantil Juvencio Pulgar— se retiraba de la
sesión, en protesta por la presencia de la representación de la Universidad de
Caracas, en virtud de que por razones de principio, no podían aceptar otra
institución con el nombre de Universidad de Caracas, por cuanto éste le correspondía
histórica y jurídicamente, a la Universidad Central de Venezuela. Después de
alegar las diversas razones que lo asistían, el Rector Bianco advirtió que esa
actitud, en ningún caso, constituía un agravio al doctor Lares Martínez, quien
había sido su maestro y a quien lo ligaba una amistad de más de treinta años. El
Ministro Siso Martínez hizo uso de la palabra para indicar que el nombre dado
al Nuevo Instituto Experimental de Educación Superior era inobjetable desde el
punto de vista jurídico, señalando que cualquier acción de nulidad debía
ventilarse ante la Corte Suprema de Justicia. El Rector Bianco recordó que la
Universidad Central había sostenido la misma posición en 1963, cuando un grupo
de inversores privados intentó usar el nombre de Universidad de Caracas y
finalmente adoptó el de Universidad Metropolitana. Reiteró que la actitud
asumida no significaba ni una oposición
a la creación de nuevos institutos
superiores de enseñanza que tanto necesitaba el país, y mucho menos la más leve
repulsa al doctor Lares Martínez, distinguido profesor de la Universidad
Central.
Jesús María Bianco |
En una
nueva rueda de prensa que se efectuó el día siguiente, el 11 de enero de 1969,
el Rector Bianco anunció que la Universidad Central iba a incoar ante la Corte
Suprema de Justica, una demanda de nulidad del nombre de Universidad de Caracas
que se pretendía dar a la nueva universidad del área metropolitana. Bianco
abundó sobre las razones históricas que apoyaban la posición de la Universidad
Central y advirtió que si se quería rendir un homenaje a Caracas con motivo de
la celebración del IV Centenario de su fundación, lo ideal era que nuestra
ciudad capital mantuviera el nombre de Universidad de Caracas para la antigua
institución erigida hacía más de 247 años por la monarquía hispánica. Al
preguntársele si podía considerarse la creación de una nueva universidad como
una medida con trasfondo político, para neutralizar la acción de la Universidad
Central, el doctor Bianco contestó que no debía interpretarse de esa manera,
pero que la nueva universidad tendría un mal comienzo si su funcionamiento y su
posterior desarrollo pretendiera promoverse a expensas de los recursos que se
restaran a la Universidad Central de Venezuela. Preguntó a su vez el doctor
Bianco por qué el Ejecutivo Nacional, en lugar de crear una nueva universidad,
no procedía a ampliar las instalaciones de la Universidad Central, dotándola de
los recursos necesarios para su mejor funcionamiento y desarrollo. Expresó que
para evitar futuras fricciones o ambigüedades entre la vieja y la nueva
universidad, bien podría dársele a esta última una designación o título
diferente, utilizando alguno de los grandes nombres que son legítimo orgullo de
la nacionalidad, como por ejemplo “Universidad Técnica Simón Bolívar”, “José
María Vargas”, “Juan Manuel Cajigal”, o “Simón Rodríguez” y no empeñarse en
mantener un nombre que por derecho de su propia creación y por una tradición
centenaria, correspondía legítimamente a la Universidad Central de Venezuela.
El
incidente entre los doctores Bianco y Lares Martínez trajo como secuela una
solicitud de convocatoria urgente del Consejo Nacional de Universidades,
emanada de los rectores de las cuatro universidades nacionales y autónomas:
Jesús María Bianco (Universidad Central de Venezuela), Pedro Rincón Gutiérrez
(Universidad de Los Andes), José Manuel Delgado Ocanto (Universidad del Zulia)
y José Luis Bonnemaison
(Universidad de Carabobo). La idea era aclarar, a la luz de una declaración
jurídica con base en el texto de la Ley de Universidades, la situación de las
universidades experimentales (Universidad de Oriente, Universidad
Centro-Occidental y Universidad de Caracas) en el seno de un organismo que de
conformidad con la citada Ley, estaba integrado por las universidades
nacionales autónomas y las privadas. Ese mismo día el doctor Rafael Pizani, ex
Ministro de Educación y ex Rector de la Universidad Central de Venezuela,
emitió unas declaraciones que, como se vería después, contenían conceptualmente
la solución que se dio a la controversia de los nombres. Abogó el doctor Pizani
por una educación para los venezolanos con mayor énfasis en el aspecto técnico,
justificando la creación de un Instituto de esa naturaleza para la Capital de
la República. Señaló que el nombre de Universidad de Caracas, desde el punto de
vista legal no podía ser impugnado con éxito por las autoridades de la
Universidad Central de Venezuela, pero que el problema podía y debía ser resuelto
dentro del mayor espíritu universitario, marco en el cual estaba justificada la
reclamación que venía haciéndose.
El 16 de
enero de 1969 la Academia Nacional de la Historia, en Junta Ordinaria, aprobó
una proposición donde ve con simpatía e interés la idea de que a la nueva
universidad se le de el nombre de Simón Bolívar, como merecidísimo homenaje al
Padre de la Patria, quien tanto se preocupó por la instrucción y condensó su
pensamiento en la histórica fórmula “Moral y Luces son los polos de la
República, Moral y Luces son nuestras primeras necesidades”. Para el momento de
esa declaración copa la atención del Consejo Nacional de Universidades la
posición de la autónomas respecto a la participación en ese cuerpo de las
universidades experimentales. Juvencio Pulgar, Delegado Estudiantil ante el
Consejo Universitario de la Universidad Central, hablando en nombre de la
Federación de Centros Universitarios respaldó el planteamiento de los rectores
y señaló que las nuevas instituciones no constituían verdaderas universidades,
ya que sus autoridades no eran electas, el profesorado no poseía estabilidad,
no imperaba la libertad de cátedra, no existía el cogobierno ni la autonomía,
ni el régimen democrático. El doctor José Pérez Guevara, en un artículo que
apareció el 20 de enero, respondió a los autonomistas a ultranza, señalando el
bajo rendimiento de las universidades tradicionales y vislumbrando, en el reto
a la tradición que eran las universidades experimentales, una alternativa hacia
la modernización de las doctrinas universitarias; el docente daba su bienvenida
a la Universidad de Caracas, ya sea con este nombre o el de Universidad
Metropolitana Simón Bolívar o simplemente Universidad Sartenejas. El doctor
Luis Manuel Peñalver, Presidente de la Comisión Organizadora de la nueva
universidad, en un artículo publicado el 24 de enero, defendió la legitimidad
tanto del nombre de Universidad de Caracas y como de la existencia de las
universidades experimentales, creadas por el Estado Venezolano al amparo del
artículo 12 de la Ley de Educación.
Desde fines
de enero del 69 hasta principios de julio de ese año la cuestión del nombre de
la universidad aparentemente no causó más revuelo, ya que el archivo histórico
del Centro de Documentación y Archivo de la Universidad Simón Bolívar (CENDA) no
recoge nuevas reseñas al respecto. El miércoles 9 de julio de 1969 el doctor
Rafael Caldera, según Decreto número 94 de la Presidencia de la República,
otorga a la nueva universidad el nombre definitivo de “Universidad Experimental
Simón Bolívar”. Así el profesor Caldera, desde la más alta magistratura, ponía
fin universitariamente a la controversia sobre el nombre de la quinta
universidad del área metropolitana. El primero de los cinco considerandos que
anteceden al Decreto que refrenda el Ministro de Educación, doctor Héctor
Hernández Carabaño, señala las reiteradas solicitudes de numerosos integrantes
de la comunidad universitaria sobre el cambio del nombre; el segundo
considerando establece que, efectivamente, denominar Universidad de Caracas a
otra universidad distinta a la Universidad Central de Venezuela, que
históricamente ha sido identificada con ese nombre, podía originar confusiones
y fricciones entre ellas; consideraba que la Academia Nacional de la Historia y
la Sociedad Bolivariana de Venezuela habían manifestado su deseo de que la
Universidad Experimental fuera vinculada al nombre del Libertador Bolívar y,
finalmente, que al erigir la Universidad Experimental de Caracas se quiso
honrara la capital del país, ciudad natal de Simón Bolívar, con motivo del
Cuatricentenario de su fundación y que el Libertador Bolívar es la expresión
más alta del patrimonio moral e histórico de la Nación venezolana. Seis días
después, el 15 de ese mismo mes, es designado Rector de la Universidad Simón
Bolívar el doctor Ernesto Mayz Vallenilla. Los hechos indican con claridad que
el primer rector de la efímera Universidad de Caracas, embrión de la
Universidad Simón Bolívar, fue el doctor Eloy Lares Martínez y que Ernesto Mayz
Vallenilla nunca fue rector de esa Institución, pero sí el primer rector de la
Universidad Simón Bolívar. En consonancia con los hechos aquí narrados, en
nuestra querida universidad se conmemora el 18 de julio de 1967, fecha en la
cual se firmó el decreto de creación de la nueva universidad, pero también se
celebra el 19 de enero de 1970, cuando se dio inicio a las actividades
académicas. A la primera fecha, identificada plenamente con el partido Acción
Democrática se le conoce como el aniversario “adeco”, mientras que a la segunda
y por las mismas razones, pero esta vez con el Partido Social Cristiano Copei
como protagonista, se le denomina el aniversario “copeyano”.
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