Los dos aniversarios de la Universidad Simón Bolívar.


Cada enero algunos colegas, con Roger Carrillo a la cabeza, acostumbran llamar la atención sobre los dos aniversarios que la Universidad Simón Bolívar celebra: el 18 de julio de 1967, fecha del decreto de creación que yo llamo el aniversario adeco y el 19 de enero de 1970, el aniversario copeyano. En esta última fecha el entonces primer mandatario Rafael Caldera dictó la lección inaugural, que le corresponde ser la primera clase magistral. Pero tal clase magistral no fue una sola, nada extraño en una institución que gozó de dos nombres, dos banderas y también de dos personas que se conocieron como el “Primer Rector”. Al día siguiente, el martes 20 de enero, el rector Ernesto Mayz Vallenilla dictó la primera clase magistral. Para clasificar los eventos y no entrar en estériles controversias, a la clase del Dr. Caldera se le puede llamar la lección inaugural y a la del Dr. Mayz, la primera clase magistral. El ejercicio del rectorado del Dr. Eloy Lares Martínez abarcó el lapso comprendido entre el 30 de diciembre de 1968, fecha de su designación, y el 15 de julio de 1969, cuando el Dr. Mayz Vallenilla fue designado rector. La “Universidad de Caracas”, de la cual Lares Martínez fue el primer rector, existió legalmente hasta el nueve de julio de 1969,  fecha en la cual la nueva institución de educación superior recibió el nombre definitivo de Universidad Simón Bolívar. Así que el Dr. Lares Martínez sólo fue rector de Universidad Simón Bolívar durante una semana, cuando él ya estaba de salida. Sin que nadie me lo haya preguntado, diré que el Dr. Lares tenía corriendo el preaviso desde el mismo momento de su designación, porque ésta la hizo el gobierno adeco del Dr. Raúl Leoni, cuando ya el partido Acción Democrática había perdido las elecciones presidenciales. A pesar de que el Dr. Lares Martínez gozaba de altas calificaciones académicas y quizás sólo era simpatizante de Acción Democrática, el gobierno Social Cristiano procedió a designar al Dr. Mayz, quien dicho sea de paso nunca militó en Copei. Ya sea desde un punto de vista pragmático, o aplicando la lógica de que una semana de transición no cuenta, o que la primera persona que recibió el nombramiento de rector de la nueva universidad bajo su denominación final fue Ernesto Mayz Vallenilla, a éste último bien se le puede llamar el primer rector de la Universidad Simón Bolívar. Tiene carácter anecdótico la coincidencia de la fecha de toma de posesión del  Dr. Mayz Vallenilla como Rector de la Universidad Simón Bolívar en sustitución del Dr. Lares Martínez; ésta  se llevó a cabo el 18 de julio de 1969, exactamente dos años después de la fecha del decreto de creación de la nueva universidad.
Se tenía previsto que la primera cohorte estudiantil iniciara sus clases el miércoles 15 de octubre de 1969, pero la culminación de la instalación del circuito cerrado de televisión en los dieciséis salones del Pabellón I, sumado a  la disponibilidad de tiempo del Presidente de la República para el acto inaugural, hizo que éste fuera diferido para el lunes 19 de enero de 1970. Los profesores bromeaban diciendo que sería el sábado 24 de enero, fecha en la cual el Presidente Caldera cumpliría 54 años de edad. Existe una interesante comunicación del Dr. Eloy Lares Martínez del 16 de marzo de 1969, dirigida al Dr. Rafael Caldera, donde le pone el cargo a su orden, para dejarlo en entera libertad de dar a la nueva universidad  la organización y orientación que estimase conveniente a los intereses del país. En esa misiva, el Dr. Lares Martínez aclara un poco las diversas fechas propuestas para el inicio de clases.
Aparte de la materia relacionada con el  inicio de las actividades, las actas de la Comisión Organizadora de la Universidad correspondientes a los primeros días de enero de 1970 recogen la renuncia de tres directivos: el Vicerrector Académico Francisco Kerdel Vegas, el Vicerrector Administrativo Federico Rivero Palacios y el Director de la División de Ciencias Biológicas Pablo A. Pulido M. Éste fue un efecto dominó, en un juego con muy pocas fichas. El primero en hacerlo fue el doctor Rivero Palacios, por su desacuerdo con la decisión de la Comisión Organizadora de negar la creación de la División de Ciencias de la Salud, cuyo proyecto había sido elaborado por los doctores Kerdel Vegas y Pulido, ambos profesionales de la medicina. Aun cuando las razones aludidas por estos últimos fueron de índole personal y las correspondientes misivas estaban redactadas en términos amistosos, las renuncias de Kerdel Vegas  y de Rivero Palacios son clasificadas en forma unánime por la Comisión Organizadora, en reunión del 21 de enero, como abandono de los cargos, como una acción injustificable desde todo punto de vista.
Vista de la casa del rectorado y del estacionamiento, circa 1970. Cortesía de Roger Carrillo 

Por muchos años sólo hubo una vía de entrada y salida a la zona en la cual se vino a asentar la nueva universidad: la senda recta bordeada de chaguaramos que recorría la hacienda de este a oeste y que seguía hasta El Valle, un pequeño pueblo en las afueras de Caracas. Para el primer día de actividades académicas existía un solo estacionamiento, contiguo al lado este de la casona de la vieja hacienda, que era de tierra y se le conocía como el chiquero. El profesor Carrillo recuerda que ese fin de semana llovió copiosamente en Sartenejas y el lunes 19 el cielo amaneció encapotado y el día estaba particularmente frío. Lógicamente el estacionamiento estaba totalmente anegado y más que un establo para cerdos, parecía una verdadera piscina de barro. Así que para los actos protocolares, el otrora camino de recuas que iba hacia la casa grande ahora transformada en rectorado, ese día fue transitado por modernos carruajes, que no eran movidos por tracción de sangre, sino por novedosos caballos de vapor, mas no de agua sino de gasolina. Los profesores y los 508 estudiantes fueron concentrados en el estacionamiento del centro comercial El Placer, sitio donde operaban desde mayo de 1969 varias oficinas académicas y administrativas. En la Universidad no existía ningún espacio apropiado para realizar actos masivos, al punto que las primeras graduaciones se escenificaron en toldos colocados entre los pabellones 1 y 2, luego migraron al gimnasio cubierto y sólo a fines de los años ochenta se empezaron a realizar en el conjunto de auditorios. La logística del acto se manejó a través del novedoso sistema del circuito cerrado de televisión en blanco y negro instalado en cada salón de clases. Los estudiantes fueron bajados en autobuses por secciones de 32 para que, conjuntamente con uno o más profesores, escucharan desde sus pupitres el discurso del Ministro de Educación Héctor Hernández Carabaño, las palabras del Rector Mayz Vallenilla y la clase magistral del Dr. Rafael Caldera. Ese día al profesor Roger Carrillo le tocó el honor de integrar, junto con los profesores José Santos Urriola, Ignacio Iribarren y Rene Khiel, la comisión profesoral que recibió al Presidente Caldera y a su comitiva en la pequeña puerta de entrada de la casona de la vieja hacienda; de ahí los condujeron hasta la Sala Andrés Bello donde aguardaban las autoridades. El martes 20 de enero el doctor Mayz Vallenilla dictó su primera lección magistral “Sentido y objetivos de la enseñanza superior”. Para el resto de esa semana estaba planificada la realización de las actividades de iniciación universitaria, pero a mi entender los estudiantes no regresaron hasta el 26 de enero, cuando arrancaron formalmente las clases bajo el régimen de semestres.


De izquierda a derecha: Manuel Rafael Rivero (Presidente del Consejo Supremo Electoral), José Humberto Cardenal Quintero, José Antonio Pérez Díaz (Presidente del Congreso Nacional), el rector Mayz Vallenilla y el presidente Caldera; el último de los que están sentados es el doctor Eloy Lares Martínez. Archivos de Cenda.

El Ministerio de Educación, para llenar el vacío creado por las renuncias de los vicerrectores, designó el viernes 16 de enero de 1970 al doctor en Ingeniería Agronómica Antonio José Villegas, (19/02/2010), quien era miembro de la Comisión Organizadora de la Universidad Simón Bolívar, como Vicerrector Académico y al economista Freddy Arreaza Leañez (28/12/2007), ex director de la Comisión de la Administración Pública, como Vicerrector Administrativo. El 10 de septiembre de 1969 habían sido designados como Directores de División Ignacio Leopoldo Iribarren (Física y Matemáticas) y Pablo A. Pulido M. (Ciencias Biológicas). Para ocupar este último cargo, a raíz de la renuncia del doctor Pulido ya mencionada en estas notas, el 14 de enero de 1970 fue designado el doctor Rafael Teodoro Hernández, quien formaba parte de la Comisión Organizadora de la Universidad Simón Bolívar. A principios del año 1970, el 21 de enero se designan como Coordinadores a: Segundo Serrano Poncela (Ciclo de Estudios Generales), José Giménez Romero (Ciclo Básico de Ingeniería), José Roberto Bello (Ingeniería Química), Roberto Chang Mota (Ingeniería Eléctrica), Eduardo Capiello (Ingeniería Mecánica) y Simón Lamar (Cursos de Post Grado). Para fines de ese año, el 11 de noviembre se definen los Departamentos como entidades dedicadas a crear y almacenar conocimientos y a las Coordinaciones Docentes como entidades dedicadas a la distribución y dosificación de los conocimientos almacenados en los Departamentos. El 2 de diciembre son aprobados los nombramientos de los Jefes de Departamento y Laboratorios recientemente creados para la División de Física y Matemáticas, a saber: José Antonio Pimentel (Termodinámica y Fenómenos de Transferencia), Juan León (Mecánica y Ciencia de Materiales), Simón Spósito (Electrónica y Circuitos), Eduardo Capiello (Laboratorio A), Roberto Halmoguera (Laboratorio C) y Celestino Muriel (Laboratorio G).
El tema de las dos banderas, que para mi son tres, aparece en 1987 mucho después de los hechos aquí narrados y está descrito en la obra La Universidad Simón Bolívar a través de sus símbolos de María Teresa Jurado de Baruch. La necesidad de adoptar una bandera surge en 1972, a fin de dotar de un emblema a las delegaciones deportivas. El diseño estuvo a cargo de la profesora Senta Enssenfeld, Directora de Servicios Estudiantiles, junto con los profesores John Muñoz, Argimiro Berrío y Miguel Ángel Gómez Álvarez. Ellos escogieron un rectángulo amarillo con el logotipo de la Universidad en el centro y las siglas U.S.B. bajo éste, en color negro. En la oportunidad de su oficialización, en abril de 1987, el Consejo Directivo nombró una comisión para el diseño de la bandera. Yo formé parte de tal comisión, en mi carácter de Secretario de la Universidad, junto con los profesores Fernando Fernández, Aglays Oliveros y un representante estudiantil. Del diseño anterior se cambió a azul el color del logotipo y se eliminaron las siglas, quizás necesarias en los albores de la universidad cuando nadie conocía el emblema diseñado por Gerd Leufert que todos llaman la cebolla, pero que es un pórtico inspirado en la reproducción fotográfica de un circuito impreso. Esta sería la segunda bandera, recogida en 1987 en la primera edición del libro de la profesora Jurado. A través de la segunda edición de dicha obra, aparecida en 2005, me vine  enterar que en febrero de 1994 el Consejo Directivo modificó la resolución al respecto del 10 de junio de 1987, oficializando el color negro para el logotipo.
Para concluir esta nota, quisiera referirme de nuevo a la enseñanza audiovisual, novedosa labor en la cual la Universidad Simón Bolívar quiso ser pionera. El viernes 25 de septiembre de 1970, cuando se inauguró el edificio del Ciclo Básico I, cuyo  nombre original era Ciencias Básicas I, los salones estaban dotados de televisores unidos al sistema cerrado de televisión, el cual nunca respondió a las altas expectativas que abrigaban Ángel Ara, Roberto Chang Mota y Enrique Tejera Rodríguez. Por la forma en la cual fueron encofrados los techos, los salones tanto del Básico I como del Básico II tienen una acústica pésima, pero ese no fue el único problema al cual hubo que enfrentarse. Los esfuerzos para adiestrar a los profesores en el uso del medio, en dotarlos de la correspondiente metodología de enseñanza, no llegaron a cristalizar. En último lugar, pero no por eso menos importante, el nivel freático que impera en la hacienda de Sartenejas hizo inoperante el cable que unía a los pabellones con las nuevas edificaciones. Valga mencionar que ese mismo nivel freático, esas tierras que se inundaban con facilidad, fue lo que también determinó la migración hacia lo que hoy es el complejo deportivo, del campo múltiple donde se jugaba béisbol y fútbol, el cual quedaba frente al rectorado, del lado norte de la vía de acceso y salida, la única que había. Donde hoy está el edificio de Comunicaciones hubo una cancha asfaltada que gozaba de una excelente iluminación artificial, en la cual se practicaba tanto baloncesto como volibol. Como me dijo una vez el colega José Luis Palacios, a quien se lo recordó su profesor de inglés de primer año en ese idioma, el lugar estuvo ocupado primero por frondosos chaguaramos. Para los jóvenes profesores, que son bastantes y ojalá fueran más, la zona que para el 2014 ocupa el laberinto cromovegetal de Carlos Cruz Diez era plana y fue excavada para construir los sótanos del aula magna, proyecto que quedó inconcluso. Si le echan un vistazo al lateral oeste del edificio de la biblioteca, el que dan hacia el laberinto, verán las cabillas que debidamente protegidas esperan por un futuro mejor.


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