El 27 de junio de 1870, diez
años y cinco meses antes de que naciera mi abuela María Eugenia Loreto de
Loreto, el presidente Antonio Guzmán Blanco emite el Decreto de Instrucción
Pública Gratuita y Obligatoria. En honor a ese decreto, el Ministerio de
Educación otorga la “Orden 27 de junio” como reconocimiento a la destacada
trayectoria de los educadores venezolanos. La Orden fue creada el 22 de mayo de
1957 bajo la presidencia de Marcos Pérez Jiménez, en reemplazo de la medalla de
honor 27 de junio creada en 1949. Creo que fue en 1977 cuando me fue concedida esa distinción en su tercera clase, habiendo sido propuesto por las autoridades universitarias, Yo a mis alumnos les digo que hay dos tipos de problemas
difíciles: aquellos en los cuales hay demasiada información y aquellos en los
cuales ésta casi no existe. Me imagino que para las autoridades de la Universidad
Simón Bolívar no es fácil una selección para esa orden, pues por suerte
aquí abundan los profesores destacados. En mi caso, quizás me ayudó el hecho de
que en el momento del otorgamiento ejercía la presidencia de la Asociación de
Profesores y además publicaba con cierta regularidad una columna sobre ciencia y tecnología, El eje de la
máquina, en el diario El Universal. Con el nombre de dicha columna, pretendía
resumir que el hombre es el centro de todo desarrollo científico y tecnológico.
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Antonio Guzmán Blanco |
Mi mujer, que toda su vida creyó, acertadamente, que
los buenos ratos tiene uno que fabricárselos, porque los malos vienen sin que
nadie los llame, organizó con entusiamo una fiestecita. De los invitados,
quisiera mencionar a mi abuela María, con 97 años a cuestas de su largo periplo
vital de ciento ocho años, y a Gustavo Roig, un profesor cubano de electrónica de
grata recordación. Gustavo estuvo conversando con mi abuela y en un momento
dado le preguntó en mi presencia: —Dígame Doña María, de todos los presidentes
de Venezuela, de todos los que usted ha conocido: ¿cuál ha sido el mejor?— a lo
cual ella contestó sin vacilación: —Joaquín Crespo, hijo— Me imagino que el
estudioso de Gustavo apelaría luego a un libro de historia para ubicarse.
Después, cuando le comenté a mi papá esta conversación, me dijo que en esa
respuesta podían haber influido dos factores: el terruño y que durante la
segunda presidencia de Crespo (1894-1898) su mamá no sólo se encontraba en la
flor de la vida sino que había bailado cuadrillas en la residencia del
presidente.
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Joaquín Crespo |
Acerca del terruño, de mi paisano Simón Díaz se dice
que nació en el estado Aragua, pero Barbacoas era Guárico para el ocho de
agosto de 1928 y además vivió su infancia y juventud en San Juan de los Morros,
después que San Juan pasó a formar parte del estado Guárico. El trueque de San
Juan por Barbacoas lo realizó el General Gómez en 1934, para convertir a San
Juan en capital del Estado Guárico. La aldea aragüeña, tan cercana a la querida
Maracay del dictador, era visitada con mucha frecuencia por Gómez, ya que sus
milagrosas aguas termales le aliviaban los padecimientos de la próstata. Yo
mismo nací en Caracas, pero me crié en San Juan y siempre me he considerado
llanero. Mi abuela María Eugenia nació en Calabozo y Crespo lo hizo el 22 de
agosto de 1841 en San Francisco de Cara, pueblo aragüeño ya desaparecido que en
1968 se sumergió en el río Guárico, bajo las aguas de la represa de Camatagua.
A los padres de Crespo, Leandro Crespo y María Aquilina Torres, les bastó
cambiar de orilla en el río y andar un poco para llegar a Parapara, el primer pueblo
llanero del Guárico que uno se encuentra al salir de San Juan por el sur. Ahí
vivió Crespo su juventud, ahí aprendió a leer y a escribir y ahí conoció y
desposó a Jacinta Parejo.
Joaquín Crespo emprendió desde muy joven la carrera
militar, iniciándose en 1858 como soldado raso hasta convertirse, en 1864, en
General de Brigada. Durante su trayectoria en la milicia, se distinguió por su
dedicación y valor personal. A esta
alturas ya habrán adivinado, quienes no lo saben, el origen del nombre de la llamada
casa de Misia Jacinta, la cual paradójicamente nunca llegó a ser habitada por Misia
Jacinta. Joaquín Crespo tomó posesión como Presidente de la República de bienio
1884-1886 el 27 de abril de 1884 y en agosto del mismo año compró el terreno de
La Trilla, ubicado en Caracas, para iniciar la construcción de una nueva
residencia, donde viviría con su esposa y sus hijos. Es por ello que
originalmente se le llamó a esta residencia "La Trilla", y más tarde
se le denominó "Miraflores", su nombre actual. Se comenta que durante
su estancia en España, Crespo tomó el nombre de "Miraflores" debido a
una Cartuja que existía en la ciudad de Burgos. Una segunda versión indica que
Crespo se inspiró en ese nombre a raíz de su exilio en Perú, donde permaneció
algún tiempo en una hacienda antigua denominada "Miraflores".
La residencia anterior de Crespo quedaba algo más al
sur, en los límites de las parroquias San Juan y Santa Rosalía, vecina a la
aristocrática urbanización El Paraíso. Mi abuelo Julio Cesar Rodríguez, quien
nació en 1883 y vivió cerca de la Plaza de Capuchinos antes de mudarse para La
Pastora, cuando iba a afinar los pianos de Radio Caracas, de Bárcenas a Río, nos
decía con toda propiedad que iba, no para Quinta Crespo sino para la quinta de
Crespo. Un poco más al sur, del otro lado del Guaire, tuvo también su
residencia el presidente Cipriano Castro, en la mansión Villa Zoila, así
llamada en honor a su esposa Doña Zoila Rosa Martínez de Castro. Después de la
muerte de Crespo, acaecida el 16 de abril de 1898 cuando murió en la Mata
Carmelera, Estado Cojedes, al frente de las tropas que defendían el gobierno de
Ignacio Andrade contra el alzamiento del Mocho Hernández y de Luis Loreto Lima
(Lanza Libre), Miraflores fue sometida a remate y, finalmente, el Gobierno
Nacional la adquirió el 19 de junio de 1911, para convertirla en casa presidencial.
De Crespo recoge la historia que era sobrio,
abstemio, cojo de la pierna derecha por herida de guerra, fiel a Misia Jacinta
y no muy escrupuloso en el manejo de los dineros públicos. Parece que la
corrupción sistemática de los gobernantes venezolanos es de vieja data y por los
aires que soplan, el enfermo no ha mejorado nada.
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