Todos éramos de izquierda


En 1979, cuando estaba de año sabático en el Instituto Tecnológico de Georgia, mi vecina en La Vista Villas –una señora mayor de origen griego – me dijo que había que sacar a patadas al presidente Carter de la Casa Blanca. Al indagar sobre las razones en las cuales ella sustentaba su drástica posición, me dijo que bien se lo merecía, por haberle entregado el canal de Panamá a los panameños. Bastó que le preguntara “Whose channel?” (¿el canal de quién?) para que mirándome como gallina que ve sal, diera por terminada nuestra conversación. No sé si salió a comentar con las otras viejitas del condominio o con sus hijos, que tras la apacible figura de su vecino se ocultaba otro comunista más. Igual me sucedió en Chicago cuando estaba estudiando postgrado, me tenían por comunista por haber leído la Fábula del Tiburón y las Sardinas del ex presidente de Guatemala Juan José Arévalo. No hay que olvidar que por esta obra, al padre de la democracia guatemalteca también lo tildaron de comunista. Poca gracia le hacía a mis amigos gringos que su poderosa nación fuera comparada con un tiburón, listo para engullirse a los pequeños países de América Central.

Como la izquierda venezolana fue el baluarte de la lucha contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, a su caída casi todos los estudiantes universitarios nos identificábamos con esa corriente política. Por eso, cuando al Vicepresidente Richard Nixon se ocurre incluir a Venezuela en su gira por Sudamérica, el rechazo por parte del estudiantado fue multitudinario. Lo menos que se puede decir de esa visita del 13 de mayo de 1958, a tan corta distancia del derrocamiento de Pérez Jiménez, es que fue bien inoportuna. Ese día fue la primera vez que yo me fui a pie desde la plaza del Rectorado hasta mi casa de habitación en la parroquia La Pastora. En mi periplo vital he caminado distancias aun mayores, pero nunca como aquella vez, al compás de las bombas lacrimógenas. Bajo las consignas de abajo el imperialismo yanqui, de que ni son naranjas ni son limones, son del petróleo las restricciones en donde se hacía un juego de palabras con el apellido del indeseado visitante y de que Nixon no entrará al Panteón, marchamos desde la Universidad Central hasta el Panteón Nacional. Allá, en el límite entre las parroquias de Altagracia y de La Pastora, recibimos nuestro bautizo de fuego con los gases asfixiantes que lanzaban los uniformados y que aprendimos a combatir respirando a través de los pañuelos mojados en vinagre. Era tal la euforia que al final de la jornada, cuando los que vivíamos hacia San José y La Pastora pasamos frente al cuartel San Carlos, les gritábamos improperios a los pobres soldaditos que estaban tras las alambradas. Pero Nixon nunca realizó su planeada visita al Panteón. A la altura de la avenida Sucre la comitiva fue atacada, cambiándole la cara a lo que se esperaba fuera un paseo triunfal por Caracas. El automóvil que transportaba a Nixon fue golpeado repetidas veces, como lo muestran las fotos que ilustran esta crónica y el vicepresidente se libró por muy poco de ser agredido. El vicealmirante Larrazábal se vio obligado a presentarse en la embajada americana para ofrecerle disculpas a Nixon. Por aquello de que la excepción confirma la regla, una delegación estudiantil integrada por Fernando Lluberes y Conrado Araujo, también presentó sus excusas al Vicepresidente Estadounidense. De esto último hay una histórica foto de la cual no he podido obtener una copia. Muchos le dicen a Conrado que ha debido usar tal fotografía para conseguirse por lo menos una beca bajo la administración de Nixon. En defensa de mis dos amigos, uno de ellos prematuramente fallecido, diré que algunos destacados líderes de la izquierda de ese entonces hoy son prominentes miembros de lo que se conoce como la extrema derecha, corroborando aquello de graduar a un comunista es la manera más fácil de convertirlo en capitalista. Aprovecho que he hablado de fotos, para hacer referencia a una que fue usada (mas no tomada) en la misma época.

Cuando el antioqueño Alfredo Lamus Rodríguez y su esposa Lucrecia llegan a San Juan de los Morros a principios de 1953, a dar clases en el Liceo Roscio, no sé si habían emigrado antes y venían de otra parte de Venezuela, o si su éxodo coincidió con la crisis que se generó en Colombia a finales de 1952. En 1951 el presidente conservador Laureano Gómez sufre una trombosis y el Congreso de la República nombra presidente encargado a Roberto Urdaneta Arbeláez. A finales de 1952, Urdaneta nombra comandante general de las Fuerzas Armadas de Colombia al general Gustavo Rojas Pinilla, designación que no es del agrado de Gómez y la situación empieza a enturbiarse en el vecino país. En San Juan de los Morros Castor Urbina, quien era funcionario del gobierno estadal y profesor de Latín y Raíces Griegas en el Liceo Roscio, es designado a finales de 1952 representante por el estado Guárico ante la Asamblea Constituyente de los Estados Unidos de Venezuela, junto con Luis Acosta Rodríguez y Mercedes Hernández. Este cuerpo terminó decretando, el 15 de abril de 1953, la Constitución que fue refrendada por Marcos Pérez Jiménez. La esposa del profesor Urbina, Celia Ortiz de Urbina, se traslada a Caracas con él. Ella, que nos daba Inglés en primer año, es reemplazada por Lucrecia de Lamus. A finales de 1957 Rojas Pinilla, para entonces dictador de Colombia, es obligado a renunciar y el liberal Alberto Lleras Camargo asume la presidencia de Colombia. El profesor Lamus, que ya no trabajaba en el Liceo Roscio, viaja a Colombia por carretera, acompañado por un grupo de estudiantes de San Juan de los Morros. El grupo llevaba como único pasaporte, una fotografía donde aparecía el Dr. Lamus en compañía del nuevo presidente de Colombia. Barrunto que la foto quizás correspondía al breve periodo presidencial que entre 1945 y 1946 ejerciera Lleras Camargo. El pasaporte funcionó, cosa que me hace recordar la frase de Luis Herrera Campins en tiempos de su presidencia, de que nosotros no declaramos sino que nos retratamos. Esta máxima la utilizan a plena capacidad muchos candidatos a cargos políticos. También y para terminar en el tono con el cual comenzamos, en el territorio de los Estados Unidos se ve a muchos jóvenes gringos llevando una franela con la efigie del Che Guevara y no les queda nada mal, porque están en la edad adecuada para tener sarampión.

Comentarios

Raquel from J.C. ha dicho que…
Profesor: no tengo el placer de conocerle pero soy ex alummna de la USB, graduad en Ing. de materiales, opción polímeros (y carnet 83 para mas señas!)
Me agrado mucho leer sus entradas y conocer las historias de aquellos personajes que en mis tiempos de estudiante eran inalcanzables, como Marcelo guillen, por ejemplo.
Siga escribiendo que yo seguire leyendo!
Un placer
R. M.
Henrique Uslar ha dicho que…
Muy bueno señor Luis. Estas crónicas vienen muy bien a las nuevas generaciones, en estos tiempos.
Saludos,
H Uslar
Profeballa ha dicho que…
Estimado profesor: su blog es excelente. Querìa pedirle permiso para usar las fotos que acà publica sobre el ataque a Nixon, señalando la direcciòn de su blog y sunombre. Muchas gracias
francia lamus ha dicho que…
Interesante la anecdota, en especial porque se trata de mis abuelos, a los que recuerdo con admiracion Alfredo Lamus Rodriguez y Lucrecia Villegas de Lamus.

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