De "La violetera" a "Los zapatos de Manacho"

Si estas notas fueran musicales, sería muy difícil relacionar La violetera, el cuplé compuesto en 1914 por José Padilla con letra de Eduardo Montesinos, con la salsa Los zapatos de Manacho de Rafael Ithier, que es de 1973. No, aquí ambas composiciones entran en juego como parte del humor con el cual los estudiantes tratan de aliviar las penas que les causan los estudios, sobre todo las matemáticas. El recorrido que sigue empieza en la Universidad Central de Venezuela, mi alma mater y concluye en la Universidad Simón Bolívar, institución de la cual me jubilé en 1989 pero en la cual sigo activo como profesor contratado a tiempo convencional.
              
Ángel Palacio Gros
En mi época de estudiante universitario, que se inició en setiembre de 1957 y terminó en agosto de 1962, el verdadero coco, el filtro para graduarse de ingeniero en la Universidad Central de Venezuela era Análisis Matemático II, curso de un año de duración como se estilaba en ese entonces. El número de inscritos en la asignatura el año académico 58–59 era un poco más de cuatrocientos, divididos en dos secciones de 200 y pico, ambas a cargo del profesor Ángel Palacio Gros. Los nuevos, los que proveníamos directamente de primer año éramos minoría, los repitientes —que casi no asistían a clases— abundaban. En el auditórium de la planta baja de la Facultad de Ingeniería, la exposición de la materia por parte de "El Ángel de España" era brillante, llegándose a decir que hasta el momento en el cual se le apagaba el tabaco al profesor Palacio era algo que estaba fríamente calculado de antemano. A las nuevas generaciones: no es ninguna figura de retórica decir que se le apagaba el tabaco, era verdad, el profesor fumaba puros durante el dictado de la clase y además les prohibía mascar chicle a las muchachas (los hombres no lo hacían y las mujeres no fumaban). Cuando en una de las primera clases concluyó su demostración de la existencia de la integral según
Riemann y volteó hacia la audiencia con un gesto de: "ahí queda eso", uno de nosotros le preguntó que sí no podía dar un ejemplo. La respuesta se me quedó grabada para siempre, incluyendo el orgulloso acento hispano con el cual la enunció: —Joven, el ejemplo es la claudicación de la inteligencia—.
               Los exámenes, que debían escribirse con pluma fuente en papel rayado usando sólo una cara de éste, consistían de una pregunta teórica, que valía nueve puntos y un problema que valía diez. Sí, la nota máxima era diecinueve. Las notas del primer parcial las leyó empezando de abajo hacia arriba, primero una enorme cantidad de unos (1/20), no pocos dos y así sucesivamente. Total que al final sólo tres estudiantes habían aprobado el primer parcial: el catirito Odón y Gonzalo Van der Dys con 10 e Ignacio Iribarren con 19. Ignacio, matemático de vocación y luego de profesión, no logró el veinte en su fugaz incursión por ingeniería, pues éste estaba reservado según el profesor para él mismo. Quizás con nuestra escala del 1 al 5 no se hubiera enrollado tanto, pero se hubiera divertido menos al entregar las notas. La parte teórica del curso, que circulaba recogida en seis folletos, había que sabérsela de memoria y escribirla con letra perfectamente legible. Ante tan titánica misión, Van der Dys (el gran humorista e imitador del grupo) propuso que nos dedicáramos a componer canciones nemotécnicas, inaugurando él la colección con "Violetas Integrales", que con un título derivado de "Violetas imperiales" y música de La Violetera empezaba diciendo:
                                              Vamos a establecer
                                              el concepto de integral
                                              según el famoso Riemann
                                              según el famoso Riemann
                                              vamos a considerar....
               Ya en tercer año de ingeniería eléctrica, cuando construimos un transmisor clandestino de Amplitud modulada (AM), esa canción salió al aire, seguida de una propaganda que registraba el agua bajando en una poceta y el comentario: "Standard, esta sí que traga".
               Los zapatos de Manacho y La eliminación de los feos fueron los éxitos más extraordinarios de “El Gran Combo de Puerto Rico” allá por 1973, la primera época de Andy Montañéz con el grupo, así que con una confiabilidad del 90% (en el lenguaje de Adolfo Quiroz, quien me aportó información para este artículo, al igual que Rafael Bayón), diré que fue en 1974 cuando se escuchó en la Universidad Simón Bolívar a los alumnos cantar que
                                              Los zapatos de Camacho
                                              son de Bayón, son de Bayón,
                                              de Bayón.
parodia que según parece tiene la autoría del luego Ingeniero Mecánico José Dirani. Yo tuve la oportunidad de oír la parodia en el 2002, cuando empecé a buscar información para escribir estas notas, en la extraordinaria voz de una alumna de la primera cohorte, profesora ya jubilada de nuestra institución y madre de dos egresados nuestros: Maribel Giménez.
               En 1976 ejercía yo el cargo de Coordinador de Cursos en Cooperación, cuya oficina estaba en el edificio de Matemáticas y Sistemas (MYS), rodeada de aulas. A veces tenía dificultades para entrar en la oficina, ya que los estudiantes se agolpaban en las puertas de las aulas contiguas, esperando que salieran los del curso previo para tomar asiento en el curso de Matemáticas VIII. Al parecer eran seis secciones de esa materia, pero como los exámenes eran departamentales, los alumnos no asistían rigurosamente a la sección asignada, sino que se concentraban en tres de ellas: la de Arturo Camacho, la de Rafael Bayón y la de una profesora argentina que estuvo poco tiempo en la USB y a la cual le decían “La bruja”, tanto por el desenfado con el cual lucía su despeinada cabellera, como por su vestimenta, su “dulce” carácter y por la curva de la bruja, que ella enseñaba en alguna parte de la materia y la cual yo conocí en mis tiempos de estudiante como la versiera de Agnesi. Como yo estudié las matemáticas universitarias por libros españoles y franceses, ignoraba la mala traducción que los anglosajones habían hecho del italiano versiera, transformándola en hechicera o bruja. Vine a caer en cuenta de esto por una observación que me enviara el 13/6/14 mi pariente José Ernesto Loreto Méndez. Aun cuando algunos de los que fueron estudiantes de la bruja insisten en asegurar que la cazaron volando en una escoba, en honor a la verdad yo solo la vi utilizando medios más terrenales de transporte como el autobús o de parrillera en la motocicleta de un colega. Pero, por si acaso, sus alumnos cerraban las  ventanas con la esperanza que no pudiera entrar a clases. Me hubiera gustado saber de los antecedentes profesionales de ella, para ver que tenía en común con los ingenieros civiles Bayón y Camacho.
               Volviendo al curso dictado por Palacio Gros, de la parte teórica del curso, la cual recalco que había que sabérsela de memoria, por fortuna existían los seis famosos folletos. El editor de éstos era Freddy Celis Paredes, compañero de estudios de Camacho y Bayón, quienes vertieron en ellos sus apuntes de clases. Bayón dice que él sólo ayudaba y le da la autoría a Camacho. Habría que ver que opina Arturo sobre la materia. Lo que no he averiguado es si los folletos contaban con el “nil obstat” de El Ángel de España. La sede del multígrafo editorial era la Zapatería Ferrenquín, propiedad de Eusebio Camacho, el padre de Arturo, la cual estaba ubicada en la esquina del mismo nombre de la españolísima parroquia La Candelaria. De manera que, y a pesar de lo que diga la letra, es posible que más bien algunos zapatos de Bayón fueron de Camacho. Bayón y Camacho ingresan a la Universidad Central de Venezuela a cursar primer año de ingeniería en 1953. El primero estaba en la sección A, el segundo en la C y los dos tenían como profesor de Matemáticas Complementarias y Análisis Matemático I a Ángel Palacio Gros. Por ese tiempo Bayón vivía de San Ramón a Chimborazo No. 41 y Camacho en la esquina de Ferrenquín. Un buen día la madre de Rafael entró a la zapatería de Camacho a comprar unos zapatos. Al hablar entraron en confianza, pues eran españoles recién llegados a Venezuela, y por supuesto que hablaron de sus hijos que estudiaban Ingeniería en la UCV. Desde ese momento empezó la amistad entre ellos. Rafael iba a estudiar a la casa de Arturo, porque en la suya no tenía facilidades para hacerlo. Siguieron toda la carrera juntos y se graduaron en Agosto de 1958. Ambos fueron preparadores de Análisis Matemático hasta su graduación, Arturo con el  profesor Palacio y Rafael de Raimundo Chela. Al preguntarle a Rafael sobre los profesores que dejaron huella en ellos, me mencionó a Ángel Palacio Gros, Simón Lamar y a Celso Fortoul.

               En Octubre del año 1958 y a petición del profesor Palacio, Arturo comienza a dictar clases de Geometría Analítica y Rafael empieza en Enero de 1959, también a pedido del Profesor Palacio, sustituyendo a Nicolás Colmenares. Arturo siempre dictó clases de Geometría Analítica y Análisis Matemático I a V y Rafael dictó al principio Matemáticas para químicos y geólogos, un año dictó clases en la Facultad de Economía y después dictó clases de Análisis Matemático I, II y III, cursos que tenían una duración de un año académico. Ellos estuvieron en la UCV hasta el año 1974 y comenzaron en la USB en 1969. El profesor que los contactó para ir a trabajar a la Universidad Simón Bolívar fue José Giménez Romero. En 1969, como no habían comenzado las clases, muchos profesores fueron asignados a la Comisión de Planificación. Rafael Bayón se desempeñaba como inspector de las obras de las primeras construcciones que se hicieron, los pabellones aledaños a la casa del Rectorado que sirvieron de aulas en los primeros años. En la Simón Bolívar ambos han dictado clases de Matemáticas I, II, III, ...,VIII. Esta última ya no se dicta como MAT VIII y no depende del departamento de Matemáticas. Arturo fue jefe del departamento de Matemáticas de la Facultad de Ingeniería de la UCV, se jubiló en Octubre de 1983 y Rafael en Enero de 1984. Cuando yo ingresé a la Universidad Simón Bolívar en 1972 Camacho y Bayón ya gozaban de buena fama como docentes y los llamaban los morochos, unos gemelos no tan desiguales como Schwarzenegger y De Vito en Twins. Yo, en mis encuestas personales le he preguntado a mis alumnos de la Universidad Simón Bolívar si los han tenido de profesores; los que contestan afirmativamente los recuerdan como tremendos docentes. A esto sólo debo añadir que también los percibo como tremendas personas.

Comentarios

Pasatiempos de Luis Sabater ha dicho que…
Me encantan tus escritos.
luis ha dicho que…
Todavía me siguen gustando.

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